El cerebro se puede describir como la entidad más compleja del mundo. Sus cincuenta billones de neuronas se comunican por medio de millones de interconexiones, impulsadas por cargas eléctricas. Esta “comunicación” se llama neurotransmisión, y su idioma es químico. La neurotransmisión es la manera en que señales o impulsos se envían de una neurona a otra. Los diversos neurotransmisores son los mensajeros químicos que llevan los impulsos de una a otra célula nerviosa o neurona. Todo lo que experimentamos nos viene a través de este sistema.
La neurotransmisión controla las emociones, percepciones, y funciones corporales. Este proceso es responsable de todos nuestros pensamientos y acciones; todo pensamiento tiene un contenido químico. Un buen farmacólogo puede cambiar por completo la personalidad de un individuo alterando su química, y convertirlo posiblemente hasta en esquizofrénico. Este sistema tiene un equilibrio delicado y genéticamente determinado. Las drogas desequilibran este sistema tan necesario para el buen funcionamiento de todo el organismo humano, de ahí la gravedad de la adicción como una enfermedad.
En gran parte, hoy entendemos este proceso a través de la tecnología de los Pet-Scans, los Cat-Scans y las máquinas MRI o imágenes producidas a través de resonancia magnética, las cuales han permitido estudiar el cerebro y sus funciones…no sólo su estructura.
Cuando entra una carga eléctrica y química a una neurona o cédula nerviosa, esta decide si enviará el impulso recibido, a otra neurona, o si detendrá el mensaje químico, para descontinuar la transmisión. En el cerebro no existe contacto físico alguno que comunique a sus trillones de conexiones entre neuronas. Cada célula está físicamente distanciada de los cincuenta billones de otras células, por una pequeña separación llamada espacio intersináptico. Cuando el centro (soma) de la neurona bombardea, el impulso eléctrico pasa por medio del axón al el espacio intersináptico, y es llevado a través de este último por medio de moléculas de neurotransmisores, se introducen a través de receptores que se encuentran en la membrana de los terminales postsinápticos de las dendritas, y vuelven otra vez a la neurona, donde se originaron en el espacio presináptico, o son metabolizados para volver a producirse luego, y continuar su función.
Existen diferentes neurotransmisores para las diversas emociones o actividades del cuerpo. Todos y cada uno de ellos, tienen formas moleculares muy distintas. Por otra parte, hay también receptores hechos con las mismas formas de cada uno de los neurotransmisores, con la finalidad de poder aparearse perfectamente con cada uno de ellos. Esta reacción, en principio, funciona como una especie de llave, que está diseñada para una cerradura específica. Los neurotransmisores, al igual que la llave en la cerradura, buscan al receptor que les pertenece, o sea, el que posee la forma correcta para establecer el perfecto encaje. Mientras tanto, el cerebro abre o dispone los receptores específicos, que han sido destinados para ellos. Si un número suficiente de receptores en la membrana postsináptica se combina con sus respectivos neurotransmisores, hay un cambio en el equilibrio eléctrico de la membrana. El impulso eléctrico se descarga, y se traslada de la parte presináptica de la neurona, a su parte postsináptica.
Algunos ejemplos entre el gran número de neurotransmisores que existen son:
La endorfina: es el opiáceo natural del cerebro, que modula las reacciones neuronales. Sus receptores son afines, y por lo tanto se acoplan, con moléculas de toda droga depresiva, como la heroína, la morfina, los barbitúricos.
La dopamina: en exceso, puede causar euforia, hiperactividad, pérdida del apetito; mientras que la escasez puede provocar temblores y rigidez, como en la enfermedad de Parkinson.
La norepinefrina: afecta la motivación, el aprendizaje y la excitación. El tener un nivel un poco mayor que el normal de esta sustancia, puede relajar las inhibiciones.
La serotonina: regula el sue‚o y afecta el apetito. La escasez de esta sustancia afecta el estado de ánimo al punto de llevar al individuo a una depresión aguda.