El adicto necesita la droga para reemplazar o activar sus sustancias químicas naturales. De la misma forma en que se comporta el organismo cuando siente sed al faltarle el agua necesaria, así funciona el cerebro adicto. Instintivamente, avisa al cuerpo que necesita la sustancia química con la que ha establecido una dependencia. Igual como surge el apetito para la comida, en el caso de aquel que tiene mucha hambre, así surge el afán del adicto por ingerir la droga para satisfacer su deseo tan fuerte. Ambos impulsos nacen en la parte del cerebro que controla los instintos.
Así vemos que el deseo de consumir la droga, es un mensaje de supervivencia para el adicto: consume o sufre. En las etapas avanzadas de la enfermedad, el mensaje se convierte en: consume o mueres. El cerebro instintivo entra a funcionar para proteger la especie.
Actualmente se sabe que la adicción es una enfermedad del cerebro cuyo sustrato es una dependencia química localizada en sus centros de placer, específicamente en el hipotálamo, en el sistema límbico, la cuál tiene antecedentes de predisposición genética.
El hipotálamo es una región muy profunda del cerebro a la que, hasta ahora, no ha podido llegar la cirugía. Sin embargo, los científicos han logrado aplicar pruebas eléctricas en esa región, mediante las cuales han identificado las áreas que controlan los apetitos. Por ejemplo, al aplicar un estímulo a un punto determinado del hipotálamo, la persona ha pedido agua; al hacerlo en otro lugar, la persona ha tenido una erección del pene; en otro sitio, la persona se ha vuelto muy agresiva. Y así sucesivamente, se determinó que para todos los instintos de supervivencia existe un punto de excitación.
El cerebro tiene dos niveles de organización: el sistema límbico o cerebro primitivo, donde yacen instintos y pasiones, y la corteza cerebral o cerebro nuevo, donde están las funciones psicosuperiores.
Históricamente, a medida que la vida mamífera evolucionaba, el nuevo cerebro evolucionó hacia una gran complejidad, capaz de recibir, transmitir, y transferir estímulos de todos los órganos sensoriales (la visión, el tacto, el gusto, el olfato). Este enviaba estas señales al cerebro primitivo para impulsarlo a producir un comportamiento de supervivencia. Pero, como el nuevo cerebro era relativamente reciente, fue el viejo cerebro primitivo lo que mantuvo viva a la especie. Este viejo cerebro fue el que condujo al comportamiento de supervivencia: a huir, a luchar, a comer, a beber, a reproducirse y a conocer los sentimientos que eran necesarios para aunar e implementar estas acciones.
Ahora, es aparente que estos dos niveles ( el cerebro nuevo y el sistema límbico) están íntimamente relacionados con la enfermedad de la dependencia química, ya que en el “nuevo cerebro” es donde el estímulo, la dirección y la implementación del consumo excesivo se lleva a cabo. Cuando el consumidor decide tomar, ésta es una decisión del cerebro nuevo; pero no es así si el individuo es lo suficientemente desafortunado como para sobrepasar la barrera del alcoholismo-adictivo.
Entonces, el mensaje llega al sistema límbico instintivo, de la siguiente manera:
“Necesito un trago; debo beberme un trago, independientemente de las consecuencias. He perdido el control de permanecer en abstinencia. Requiero un trago”. Es decir, necesita la droga para poder sobrevivir; de ahí el impulso tan irracional del adicto para conseguir su droga.
De esta manera, observamos que el mensaje más primitivo que puede recibir el hombre, es el que domina al adicto. La locura más grande para él, sería no conseguir su droga:
“Toma tu droga o te mueres.” Entonces, ni el amor de la madre o de los hijos es suficiente como para impedir el uso de la droga. Actúa en un nivel instintivo, irracional. La lógica no tiene fuerza sobre lo más instintivo del hombre.
En resumen, la compulsión es el síntoma primario de la enfermedad, y se debe a cambios químicos en el cerebro viejo sobreviviente.