Hay familias que no pueden esperar a pasar el proceso que requiere la técnica de la intervención con un profesional. El adicto se muere, termina en la cárcel, o mata a otro.
Es posible que la familia se acerque a su ser querido y le hable con detalles concretos, no debatibles; conversando sin emitir juicios en su contra; separando su persona de su conducta; culpando a la droga de sus problemas; con voz firme y cariñosa a la vez; teniendo todo preparado de antemano; y teniendo la respuesta a todas sus excusas para no recibir ayuda.
El dolor es el regalo más grande que se le puede dar a un adicto. Tiene que llegar a experimentar esta crisis emocional para llegar a ver las cosas como son. Solamente
consecuencias dolorosas le ayudarán a ver lo que le está sucediendo. Sin embargo, no podemos dejar que toque un fondo tan profundo que ya no pueda salir de él.