La negación y el deterioro de la vida del adicto hace que la familia y los seres queridos tengan que intervenir.
La intervención es una confrontación planificada hasta su más mínimo detalle. Es una confrontación hecha por los seres queridos en una forma firme, pero cariñosa, exenta de todo juicio o crítica hacia la persona enferma.
Este es el momento en que los familiares le comunican al adicto el comportamiento negativo que ellos han observado en él cuando ha estado bajo la influencia de la droga, pero con cuidado de separar la conducta de esos momentos de su personalidad habitual. Comparten cómo se sintieron, por él y por ellos mismos, al verle en ese estado. Le hacen saber que la droga es la responsable de todo lo que le ha estado sucediendo, y para ello le enumeran detalles tan reales que no los puede discutir ni negar, acto que él no es capaz por si solo de admitir en su mente.
Juntan las causas con las consecuencias, con el único propósito de convencerle de que busque ayuda inmediatamente. Se trata, en fin, de hacerle ver que tiene un problema muy serio, que está destruyendo su vida y la de los que le rodean.
Nunca hay que hacer una confrontación en momentos de crisis, ni pedirle al adicto que use su “fuerza de voluntad”.
La intervención efectiva es aquella que se realiza de una forma programada, documentada, con conocimientos científicos sobre el problema, con comprensión hacia el enfermo y su aceptación como ser humano. Debe estar libre de enojos, resentimientos, y llena de entendimiento hacia la enfermedad; de amor, comprensión, preocupación e interés hacia el enfermo.