La codependencia es el estado de pensar, sentir y actuar por el cual la persona está tan obsesionada con la idea de hacer que el adicto deje su adicción, que se olvida de cuidar sus propias necesidades. Vive a través del adicto, y pierde su propia identidad con el último fin de controlar al adicto.
Esta persona pierde el control de su vida emocional, mental, espiritual y social, tan realmente como la pierde el adicto.
La paradoja de la lucha de control es que el que trata de controlar a una persona, depende de ella, y el que está siendo controlado, depende a su vez, de la persona que controla. El control no libera, sino que encarcela al controlador y al que se está controlando. Así ocurre al condescendiente que vive con el adicto. Este pierde su identidad al punto de descuidar sus necesidades personales, reprime tanto sus emociones, que deja de saber lo que verdaderamente siente, se ajusta tanto a las necesidades del adicto, que olvida lo que le gusta, o lo que quiere.
El condescendiente ya no planificar ninguna actividad sin considerar la adicción y cómo reaccionará el adicto a ello. Debe tener mucho cuidado en todo lo que dice, siente y hace, para no molestar al adicto. Pierde la capacidad de concentrarse en su trabajo o su escuela, siempre está preocupado, pensando y supervisando al adicto. Deja de entretenerse en sus momentos de relajamiento, pasa su vida tratando de adivinar lo que el adicto piensa, siente, o quiere hacer, para adelantarse a él y bloquear la posibilidad de que logre usar la droga.
Con el avance de la enfermedad, cada vez tiene menos libertad. Igual al adicto. Los dos, dependiente y codependiente, terminan totalmente controlados por la enfermedad de la adicción, lo cual los conduce a ambos a la pérdida de control, a la obsesión y a la compulsión. La enfermedad se convierte en el controlador de ambos. El dependiente adicto se encuentra acompañado de codependientes, personas que pasan sus días ansiosos de saber como actuará la enfermedad el día de hoy, para luego ajustarse a ella.