El familiar usa los mismos mecanismos de defensa que el adicto para protegerse de toda la ansiedad que sufre con el proceso adictivo de su ser querido. Llega a tener su propio sistema de negación y autoengaño. Mentalmente, comienza a buscar los porqués de la conducta del adicto.
Con frecuencia el familiar le hecha la culpa de la conducta del adicto, a otro familiar, de esta manera, proyecta una actitud, una consecuencia o una acción sobre algo o alguien que no sea la enfermedad o el adicto.
La ignorancia sobre la enfermedad, y las reacciones familiares que surgen como consecuencia del consumo de drogas, destruyen a las familias en el momento en que más necesitan mantenerse unidas para enfrentar al adicto y llevarlo a tratamiento. El adicto sabe manipular esta situación y la utiliza para distraerse a si mismo y a ellos del verdadero problema.
Generalmente cuando el adicto llega a tratamiento, los demás miembros de la familia tienen problemas entre ellos; a veces el adicto se recupera con éxito, pero la familia no puede resolver las diferencias surgidas entre ellos por la convivencia con el adicto.
Otro mecanismo de defensa que utiliza el adicto y el codependiente por igual es el de minimizar el problema. A veces al empequeñecer la situación llegan hasta a dudar que de verdad exista el problema.
En nuestras familias todavía hay un rechazo muy grande por la palabra drogadicción, prefieren que un familiar esté enfermo de cualquier cosa pero no que sea drogadicto.
Hay padres que rehúsan creer a sus hijos cuando estos les dicen que tienen problemas con las drogas. La confusión mental es tal, que los familiares tratan por todos los medios de convencerse de que el problema es otro, y se mantienen en completa negación. Y mientras tanto la enfermedad sigue progresando y el sistema sigue enfermándose.