A continuación le daremos una descripción de los cuatro roles de los hijos de adictos, y como se pueden presentar:
El héroe del sistema familiar:
El héroe de la familia suele ser el mayor; el niño-padre o la niña-madre que entra en una interacción de categoría de adulto con el adicto y la esposa. Se obsesiona con la recuperación del adicto y con resolver los problemas de sus padres. Es el “bueno” de la familia: muy cumplidor, activo y responsable.
Se siente superior a los demás y se convierte en viejo antes de tiempo. Su misión principal es salvar el nombre de la familia y el orgullo de esta. Cumple con todo dentro de sus posibilidades con tal de aliviar la situación.
Más adelante, de adulto, este individuo suele ser víctima de enfermedades psicosomáticas por la mucha represión que tuvo que practicar para sobrevivir en el papel que desempeñaba en la familia. Si él hubiera manifestado sus emociones, ¿quién sería el fuerte de la familia?.
Tiene problemas para relacionarse con personas normales. Suele casarse con alguien dependiente, a quien él pueda proteger y ayudar. Cuando es adulto también sufre de sentimientos de soledad frecuentemente, sin saber porqué. Niega sus problemas hasta que se manifiestan seriamente. Se hace un gran ejecutivo, administrador, trabajador social, médico etc. Continúa facilitando la situación disfuncional de sus padres en la adicción, protegiéndolos y cumpliendo con el papel de ambos. Sus sentimientos más fuertes son de culpabilidad, de ser inadecuado, de miedo y de pena por no poder controlar a su familiar adicto, pues no resuelve el problema de sus padres por mucho que trate.
La oveja negra del sistema familiar.
Casi siempre, es el hijo del medio en una familia, o el varón mayor cuando la segunda persona es una mujer que ha tomado el papel de “heroína”. Su papel es el de ser el “malo” que obligará a los parientes a reunirse otra vez para salvarlo a él. La adicción pasará a un segundo plano por su conducta.
El ser malo es ser bueno para la familia. Entonces, la atención de la familia se vuelca sobre el problema de la oveja negra y el problema de la adicción pasa inadvertido.
La persona en este caso recibe del adicto y los codependientes todos los resentimientos y enojos que han ido acumulando durante los sucesivos fracasos que han sufrido al no lograr que el adicto deje su hábito. Ayuda, sin quererlo, a facilitar la enfermedad de su pariente, por distraer a los familiares del verdadero problema del sistema. Se revela contra todos los valores de los padres. Se reúne con amistades que no son aprobadas por la familia. Se siente rechazado por sus parientes y por el hermano mayor. El enojo de la familia se enfoca sobre él. Hace todo lo necesario por obtener atención negativa ya que no logra obtener cariño. Suele convertirse en un delincuente juvenil con problemas legales desde muy joven. Tiene una marcada tendencia a abusar del alcohol y las drogas. Se va de su casa siendo muy joven, etc. Sus emociones más fuertes son los de enojo, pena, miedo, celos y soledad.
El hijo perdido en el sistema familiar.
Suele ser uno de los más jóvenes o el más joven. Es el hijo olvidado de la familia. Decide no pedir nada del sistema porque éste tiene toda su atención concentrada en otros miembros. Existe el niño bueno y el niño malo en la familia. Alguien tiene que tomar el papel del niño neutro. No pide nada a nadie y está siempre solo. Se aleja del sistema físicamente y vive en la fantasía. Las energías del sistema familiar se enfocan sobre el adicto o sobre la oveja negra.
Hay poco tiempo o energía para este niño, que es un niño silencioso, saca notas regulares en la escuela, no tiene amigos, prefiere las cosas materiales que no le causen dolor: radio, televisión, computadora, libros, música etc.
Vive en un mundo de fantasía que a menudo lo prepara para enfermedades mentales o el suicidio. Lleva una vida solitaria, intensa y con problemas muy serios que aflorarán cuando sea adulto. Posiblemente es el hijo más dañado por la adicción. Facilita la enfermedad del adicto por escoger no involucrarse e intervenir; piensa que no vale nada y se siente inadecuado, deprimido, sufrido e inútil.
El hijo mimado/mascota/payaso.
Este hijo provee de buen humor a la familia. Facilita la enfermedad de su pariente porque distrae la atención del problema principal. Procura entretener los sufrimientos de la familia haciendo cosas inapropiadas o payasadas cuando los demás tienen una confrontación tratando de resolver el problema.
Si es el hijo más pequeño, la familia no le cuenta muchas de las cosas que ocurren, y no tiene tantos años de experiencia con el problema para que pueda saber realmente todo lo que está sucediendo. Entonces se siente fuera del sistema en este sentido, y se preocupa más de los demás porque tiene que buscar sus propias respuestas y explicaciones para cosas que suceden. Con frecuencia, llega a ser adicto de adulto, ya que probablemente tenga la predisposición genética. Tiene muchos amigos, carece de capacidad para soportar las penas, es hiperactivo, simpático e inmaduro. Siente mucha ansiedad, miedo, soledad, inseguridad y falta de importancia.
Sobrevivir a todo costo.
No hay duda de que existen hijos de adictos que no llenan la descripción de ninguno de estos papeles clásicos. Hay también algunos que son una combinación de dos de los roles; y si es hijo único, tomará alguno de estos papeles en diferentes etapas de su vida. Pero los estudios realizados indican que son patrones adoptados en muchas familias con adictos.