Llega el momento en la dinámica familiar en que el adicto convence a los miembros de la familia que ellos tienen la culpa de su adicción.
Los familiares creen que son responsables de alguna manera, y entonces se afanan aún más en hacer que el adicto deje su adicción. Sufren de mucha culpabilidad, y desgraciadamente, el adicto sabe como explotar esta culpabilidad para fines de su enfermedad. Además él cree que son culpables. Cada vez que el familiar trata de hacer que el adicto deje de usar su droga, el adicto crea problemas y usa la conducta de su familiar para justificar la continuación de su conducta adictiva.
Así, llega el momento en que el familiar piensa que él también es víctima del adicto y surge una relación de amor y odio entre ambos. El círculo vicioso se establece. El sistema de autoengaño del adicto y de los codependientes se hace más fuerte. La conducta controladora y frustrada de su familia, en la mente del adicto, es la responsable de sus actividades compulsivas. Cada esfuerzo por cambiar al adicto resulta lo contrario, lo empeora en su adicción mediante el mecanismo de justificación mental.
Dependiendo de la droga que el adicto consuma, su proceso de adicción puede ser lento o rápido, hay familiares que pasan 30y 40 años ajustándose a un ser querido adicto, antes de intervenir.
Al problema de la adicción hay que darle una pronta solución, una familia que conoce del problema y sabe qué hacer actúa rápido y esto representa una gran diferencia en cuanto a minimizar los daños emocionales que se producen en la familia y en el adicto como consecuencia de la adicción, así como en ayudar a evitar el estancamiento en el crecimiento emocional del adicto y de los demás miembros de la familia.