La adicción llega a ser una lucha de poder entre el adicto y sus familiares. Al hacer el ajuste de los papeles dentro del sistema familiar, tiene que haber una entrega de poder personal por parte de todos los miembros de la familia. El poder personal de cada uno ya se ha sacrificado por el mantenimiento de la enfermedad del adicto. Esto es sumamente trágico, porque la única misión del ser humano es ser quien es… y al perder su papel y sacrificar su poder personal, el familiar deja de ser su propia persona y de satisfacer sus propias necesidades.
En la familia disfuncional el poder reside en la persona más enferma, y la tendencia es de entregar el poder personal al cuidado de ésta. Esto puede verse claramente cuando pensamos en el efecto que produce la llegada de un niño recién nacido. Toda la familia cambia su estilo de vida para cuidar al bebé, porque no es capaz de valerse por si mismo. En la familia de un adicto ocurre igual. Desaparece todo lo que es límite personal, pues la enfermedad misma roba el poder personal de todos los miembros, comenzando por el adicto. De esta manera, la familia llega a una pérdida de control, y la enfermedad acaba por tener todo el poder en esta familia.