Esta lucha de control y poder entre el adicto y los que le rodean, tiene consecuencias emocionales de diferentes niveles de seriedad entre los familiares. Estos están confundidos con cuál debe ser su posición frente al uso de la droga de su ser querido. Lo anormal se llega a ver como normal.
De esta manera, cada codependiente trata de encontrar una posición en relación con el adicto que le resulte cómoda, y que le ayude a sobrevivir en el sistema.
La enfermedad en el adicto es progresiva, en el codependiente, también.
Con cada avance en la enfermedad y cada recaída, la familia se acomoda, cada uno a su manera, en vez de intervenir y ponerle un alto a lo que está sucediendo. Entonces, lo que la mayoría de las familias hacen es que facilitan la continuación de la adicción, en vez de intervenir para pararla.
Algunos ejemplos de esto son:
Todos estos comportamientos son anormales, pero un codependiente, tanto como el adicto, deja de saber lo que es normal y lo que es anormal, lo que es real y lo que es irreal.
Se ha creado tanta mentira y manipulación para que el sistema familiar siga en pie y funcionando, que la línea entre lo racional y lo responsable se hace muy confusa, casi tanto como en el caso del adicto al usar su droga. Es importante decir que tanto facilita la continuación de la adicción quien protege y controla al adicto, como quien lo ve y no hace nada.
Con el avance de la enfermedad, cada vez tiene menos libertad. Igual al adicto. Los dos, dependiente y codependiente, terminan totalmente controlados por la enfermedad de la adicción, lo cual los conduce a ambos a la pérdida de control, a la obsesión y a la compulsión. La enfermedad se convierte en el controlador de ambos. El dependiente adicto se encuentra acompañado de condescendientes, personas que pasan sus días ansiosos de saber como actuará la enfermedad el día de hoy, para luego ajustarse a ella.