En todos los procesos en que los involucrados recurren a mecanismos de defensa y autoengaño, la culpabilidad juega un papel muy importante.
Si culpar a otros del problema es malo, peor es aún cuando el sentimiento de culpabilidad hace que el familiar se convenza de que él mismo es la causa. Este llega a creer las acusaciones del adicto. Cuando el adicto se da cuenta de esto, su negación y su sistema de autoenga‚o se refuerzan y tiene más excusas para seguir activo en su adicción.
Si el papá o la mamá son los culpables, según el adicto, de todos los problemas, ¿Por qué va a tener él que dejar de consumir? Acaso así va a cambiar a su padre o madre, o a su pasado. “Pobrecito” él, solo la droga es lo único que le va a quitar el dolor. Resulta que este sentimiento de culpabilidad obliga al familiar a tratar de rescatar al adicto de todos sus problemas y evitarle las consecuencias negativas de sus acciones disparatadas. Este es el momento en que el adicto llega a convertirse en una obsesión para el familiar.
Mientras que el familiar trata de modificar y ajustar su conducta hacia el adicto, este sigue activo en su adicción, sin que se lleve a cabo algún tipo de intervención. La enfermedad vuelve a ganar la batalla.
El sistema sigue siendo controlado por el poder de la negación, la culpabilidad y la ignorancia en cuanto a la enfermedad.
Motivado por la culpabilidad, el familiar del adicto comienza a rescatar al enfermo de diversas maneras, disculpándolo, salvándolo, haciÈndole regalos, consintiÈndolo etc. Como nada de esto funciona y el adicto consume cada vez más, el familiar experimenta la impotencia y la frustración, que crean en él fuertes emociones de enojo y de resentimiento.
Después de todo, al rescatar al adicto en el momento de crisis, se esperan resultados y cambios en él, pero este muchas veces ni siquiera le agradece lo hecho, y vuelve otra vez a usar la droga. Entonces, la ira del familiar hace que critique, grite e insulte al adicto, que valla detrás de Èl como un perseguidor. Finalmente, la conducta irracional del adicto, lo hace sentirse víctima de él.
El patrón se repite una y otra vez. El familiar pasa de rescatador, a perseguidor, a víctima del adicto, quien sigue siendo incapaz de romper el círculo vicioso porque está siempre justificado por la culpabilidad.
El estado de víctima del familiar puede ser tan profundo, que le proporcionará satisfacción junto con un cierto sentido de superioridad. Esto ocurre debido a que el familiar se siente hÈroe. La autocompasión aumenta más, y le brinda alivio de la culpabilidad que sentía.