Los mismos síntomas emocionales, mentales, sociales y espirituales que sufre un adicto en consumo los padece también su familia. Muchos de los familiares que viven con el adicto, desarrollan estos mismos síntomas por la ignorancia que tienen de esta enfermedad y de su base biológica. Reaccionan al comportamiento del adicto como si se tratara de una persona normal y sana. De este modo acaban sintiéndose heridos, enojados, impotentes, culpables, resentidos, en fin, que se consideran tan víctimas como él, o bien, víctimas de él, y se culpan mutuamente.
No queremos hacerles pensar que toda persona que vive en familias con adictos inevitablemente debe llegar a enfermarse emocionalmente en tan alto grado. El daño que sufre la familia con un adicto depende de muchos factores, entre los cuales podemos mencionar los siguientes:
- Depende del tipo de adicción que el adicto desarrolla. No es lo mismo ser adicto a la nicotina que a la heroína.
- Depende de la edad, sexo, y papel que desempeña el adicto en ella. No es lo mismo que el padre sea el adicto a que lo sea un hermano.
- Depende de la edad, sexo y papel de cada miembro de la familia en relación con el adicto. Por ejemplo la relación entre una madre drogadicta y su hija de tres años; el daño que va a sufrir esa niña es mayor que el de una jovencita de 15 años que tiene un hermano adicto de 27 años.
- Depende de la duración del período de adicción activa. Si una madre se hace adicta a los calmantes a los 65 años, el daño ocasionado a su familia no es el mismo que si esto hubiera ocurrido cuando sus hijos eran muy niños.
- Depende del patrón de la adicción. Si el consumo del adicto es diario, semanal o mensual. Si las pérdidas de control son esporádicas, el daño no es tan grave como si esto ocurriera todos los días.
- Depende del grado de normalidad que se pueda mantener en el ambiente cotidiano de la vida familiar.
- Depende de la existencia de otros problemas en la familia además del de la adicción.
- Depende del grado de violencia y abuso en la familia.
- Depende de hasta qué grado los miembros de la familia deben dejar a un lado su propia personalidad e intereses, para ponerse una máscara y jugar un papel falso en la familia y con la sociedad en general.
- Depende del grado de rigidez que la familia tenga, o la inflexibilidad y la inhumanidad de las reglas del sistema.