El adicto vive en un contexto humano. Es imposible que él pierda el control en todos los aspectos de su vida, sin que esto afecte a los que viven a su alrededor. Cuanto más va perdiendo el control, hay alguien que va a tener que tomar ese control. Mientras más el adicto se va haciendo dependiente de su adicción, hay alguien que va a tener que ser más independiente y cargarlo a él en sus hombros. Esto hace que todos los demás en la familia también tengan que realizar ciertos ajustes para sobrevivir.
Vemos entonces que la familia adopta patrones de supervivencia para seguir unidos como familia y salvar el sistema. Cada vez más, los individuos en el sistema se sacrifican por el bien de la familia. Cuanto más dramática es la pérdida de control en el adicto, mayor esfuerzo tiene que hacer la familia para lograr un equilibrio en el sistema.
Con el tiempo la familia realiza adaptaciones tan extremas que pierde su identidad y cambia su naturaleza, hasta llegar a comportarse de manera semejante al adicto. La familia se ve obligada a adoptar las personalidades del adicto.
Con la excepción de la parte biológica, describir al adicto es describir al familiar, al que llamamos un codependiente, y es, asimismo, describir a todo el sistema familiar.